Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, I



Comentario

¿POR QUÉ ESCRIBIO BERNAL SU HISTORIA?


En nuestro acercamiento a la persona y los afanes de Bernal Díaz del Castillo nos hemos encontrado, en varios momentos y circunstancias, con hechos que sin duda influyeron en su determinación de poner por escrito sus recuerdos. Ahora volveremos de nuevo la atención a esos y otros hechos en este intento de responder a la pregunta de ¿por qué escribió Bernal su Historia? Antes, sin embargo, aduciré en forma sumaria las principales hipótesis que han expresado algunos distinguidos investigadores acerca de las que juzgan fueron las motivaciones que tuvo nuestro cronista para escribir, sobre todo para sacar a luz sus memorias y personales puntos de vista.

Una primera explicación --repetida muchas veces hasta hace ya algún tiempo y aducida también con frecuencia al enseñar historia y literatura del período colonial o novohispano-- consistía en afirmar que fundamentalmente Bernal escribió para hacer crítica de la obra publicada por Francisco López de Gómara. Quienes han sostenido esta tesis han reunido y comentado todos los lugares de la Historia verdadera en que Bernal corrige a Gómara o incluso hace burla de él. Para éstos el título mismo de Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, conlleva el tono crítico de quien no tolera las que tiene por falsedades o imprecisiones en la Historia de la conquista de México, de Gómara.

Más que aducir aquí los nombres de algunos de los que así opinaron, me limitaré a decir que, por fortuna, este género de explicación ha sido abandonado como bastante simplista, No quiere decir ello que deba prescindirse del hecho innegable de que la aparición de la obra de Gómara de varios modos influyó en Bernal. Lo que se hace ahora a un lado es tener esto como motivación clave para comprender por qué escribió Bernal.

Las interpretaciones más recientes han seguido caminos muy distintos. Me fijaré ahora en las que considero de mayor interés. En 1944 aparecieron dos trabajos de particular significación tocantes a Bernal y su obra. Se debieron a los ya mencionados Henry R. Wagner y Ramón Iglesia. Comencemos con la aportación del primero. Publicó éste en un mismo número de la prestigiosa Hispanic American Historical Review tres amplios artículos sobre nuestro cronista. En el primero, que se refiere a la persona de Bernal, plantea varias cuestiones con fino sentido crítico, como la que he aducido también acerca de lo poco probable, si no es que imposible, de la supuesta venida de Bernal en compañía de Pedrarias. El segundo artículo versa sobre la familia del cronista. El tercero es un elenco bien preparado acerca de los escritos de y acerca de Bernal Díaz del Castillo. En el segundo de estos artículos escribe Wagner:



No puedo suscribir la teoría de que Díaz escribiera su libro para combatir los errores de la Conquista de México de López de Gómara. [Su obra] es mucho más como una autobiografía que una historia y creo que la primera parte estuvo escrita desde mucho antes de que Bernal se fuera a Guatemala a vivir. Si esta teoría es correcta, se sigue de modo natural que revisó su obra mucho después, como él mismo en verdad lo proclama34.



Más adelante matiza Wagner su afirmación. Si lo que escribió Bernal tiene el carácter de una autobiografía, también es cierto que, además de contar sus propias aventuras [el libro] presenta una vigorosa protesta contra la falla de Cortés [en sus Cartas de Relación] y luego de Gómara, de dar el debido crédito a los soldados que acompañaron a Cortés, de los cuales él era uno...

El libro contiene una curiosa mezcla de las más extravagantes alabanzas de Cortés con críticas acerca del mismo, algunas muy duras35.



La opinión de Wagner puede resumirse en dos puntos principales: Bernal escribió para hacer esa vigorosa protesta contra quienes lo habían dejado en el olvido, al igual que a otros compañeros suyos también conquistadores y, para subsanar tal negligencia, forjó el relato en que él aparece con tal insistencia. Tanta importancia concede Wagner a este segundo aspecto que llega a decir que sería mucho mejor llamar a su libro Las reminiscencias de Bernal Díaz del Castillo36.

Con algunos rasgos afines, pero también con marcadas diferencias, Ramón Iglesia nos da sus puntos de vista en otros tres trabajos que publicó, juntos, el mismo año de 1944 en un libro que intituló El hombre Colón y otros ensayos37. En el primero de estos trabajos sitúa Iglesia la Historia verdadera en lo que considera un nuevo contexto historiográfico que prosperó en el mundo español sobre todo desde el siglo XV. Esa nueva forma de escribir la historia, contraria a la tradicional, erudita y acartonada, se debe con frecuencia a quienes han participado en los hechos que refieren y hablan de ellos con gozoso afán de mostrar lo que vivieron, acometieron y alcanzaron. Para Iglesia la nueva corriente historiográfica en la que sitúa, entre otros, a Gonzalo Fernández de Oviedo que tantas veces habla de lo que vio o conoció muy de cerca, implica un proceso de democratización en las crónicas38. Por eso, como un rasgo muy característico en la aportación de Bernal, destaca lo que describe como popularismo [contra lo acartonado] en la historiografía española.

En su segundo ensayo, Las críticas de Bernal a la Historia de la conquista de México de López de Gómara, el empeño de Iglesia es mostrar cómo tanto en Bernal como en Gómara hay motivaciones muy subjetivas al escribir. Para él es tan cierto que Gómara tomó la pluma para complacer a Cortés como que Bernal hizo otro tanto para dar salida a su resentimiento por verse olvidado al igual que otros muchos conquistadores, sin la recompensa que considera les es debida en justicia por sus hechos. Reconoce Iglesia que, en su afán litigante, Bernal incurrió no sólo en errores sino en algunas mentiras.

Finalmente en el tercer trabajo, concebido como una Introducción al estudio de Bernal y su obra, Iglesia da remate a su apreciación. Subraya que Bernal estuvo ocupado en escribir su Historia a lo largo de muchos años. Una vez más nos dice que:



Bernal es hombre bullicioso, insatisfecho, pleiteante. No se da por contento con las recompensas que recibe en premio de sus servicios39.



Justamente en ese continuado afán de alcanzar justicia a sus demandas, encuentra Iglesia la motivación última de quien, por otra parte, entró de lleno en esa nueva corriente de la historiografía popularista:



Así, pues, fueron los intereses y los pleitos de Bernal Díaz encomendero los que dieron origen en su primera reforma a su relato estupendo de las hazañas del Bernal Díaz conquistador y de sus compañeros. De haber sido Bernal un hombre más modesto, capaz de adaptarse mejor a las nuevas condiciones de trabajo que exigía la colonia, no hubiera defendido tan testarudamente los derechos de los verdaderos conquistadores y no tendríamos hoy su Verdadera Historia40.



Pasemos a la opinión de otro investigador, Carmelo Sáenz de Santa María, al que se debe haber acabado de establecer críticamente el texto de la obra de Bernal. Según don Carmelo, nuestro cronista escribió fundamentalmente para poner de relieve su propia persona y el recuerdo de cuanto había hecho a lo largo de la conquista. En apoyo de tal parecer cita varios pasajes de Bernal, entre ellos aquel en que afirma que escribió para que digan en los tiempos venideros: esto hizo Bernal Díaz del Castillo, para que sus hijos y descendientes gocen las loas de sus heroicos hechos...41. Por ello --subraya Sáenz de Santa María-- Bernal se recrea evocando sus experiencias, para poner de manifiesto cuál fue su participación en la conquista.

Como puede verse, la opinión de Sáenz de Santa María coincide en parte con Wagner e Iglesia. Estos, sin embargo, han aducido otros elementos: el de la protesta contra Cortés y Gómara (Wagner) y el del popularismo y el resentimiento, ambición y demanda (Iglesia). En esta referencia de lo expresado acerca de las motivaciones de Bernal cabría citar a otros estudiosos, como los mexicanos Genaro García, Carlos Pereyra y Alberto María Carreño, y entre los angloamericanos a R. B. Cunningham Graham y Herbert Cerwin, todos ellos autores de libros sobre Bernal o de introducciones a su obra42. Considerando que, en esencia, sus puntos de vista coinciden en todo o en parte con los ya analizados, opto por pasar a expresar mi personal respuesta a la pregunta que nos ocupa.

Coincidencias y algunas diferencias podrán percibirse en lo que expondré, si se compara con los puntos de vista descritos. Hay además un elemento que debe tenerse siempre presente. Bernal, que comenzó a escribir por lo menos desde la década de los años cincuenta, llegó a ser con 'el transcurso del tiempo un inveterado narrador, de palabra y con la pluma. Sus cartas lo confirman: ponía de bulto personas y cosas, aducía sus palabras, recreaba diálogos, se complacía en evocar detalles mínimos pero muy reveladores. Significa esto que, si en el comienzo encontró, como todos, difícil el escribir, al fin le resultó placentero sentarse, recordar y pergeñar letras, frases, párrafos y capítulos. Por otra parte, se complacía o le interesaba releer lo que había escrito. Prueba de ello nos la dan las muy numerosas correcciones o cambios que, durante muchos años, fue introduciendo. De esta suerte escribió, entre otras cosas, porque le gustaba.

Ahora bien, lo que a la postre fue gusto y regusto, en su origen tuvo que ver --no me parece que haya duda-- con sus empeños de alcanzar recompensas por sus merecimientos. Recordemos su probanza de 1539 (primerísima biografía suya); su dicho de que estaba escribiendo su memorial de las guerras, sus múltiples párrafos en que insiste sobre lo poco. o nada que han recibido él y otros conquistadores; sus cartas con parecido tono e igual propósito.

Sin embargo, reducir todo a la demanda --probanza larguísima-- creo que sería exageración simplista. El ya referido gusto y regusto en el recordar y el narrar coadyuvó a que Bernal se persuadiera de que, con lo que escribía, además de que empréstase [es útil] mi relación para saber muy por extenso las cosas que pasaron en las conquistas de México (CCXII), así quede memoria de mí (CCXII). Sus hijos, nietos y descendientes podrán decir con verdad: estas tierras vino a descubrir y ganar mi padre... En suma --cuando ya viejo emborronaba e introducía añadidos en su obra--, sin atinar tan presto cómo ponerle punto final tres cosas tuvieron que resultarle claras. De un lado, que mucho era lo que él y los otros conquistadores habían realizado:



Miren las personas sabias y leídas esta mi relación desde el principio hasta el cabo, y verán que en ningunas escrituras en el mundo, ni en hechos hazañosos humanos, ha habido hombres que más reinos y señoríos hayan ganado como nosotros los verdaderos conquistadores para nuestro rey y señor, y entre los fuertes conquistadores mis compañeros, puesto que los hubo muy esforzados, a mí me tenían en la cuenta dellos, y el más antiguo de todos; y digo otra vez que yo, yo, yo lo digo tantas veces que yo soy el más antiguo y he servido como muy buen soldado a su majestad (CCX).



De otra parte, le quedaba también claro que poco era lo que había recibido por recompensa:



Y dígolo con tristeza [lo antes citado] porque me veo pobre y muy viejo, una hija por casar y los hijos varones ya grandes y con barbas y otros por criar, y no puedo ir a Castilla ante su majestad para representarle cosas cumplideras a su real servicio, y también para que me haga mercedes, pues se me deben bien debidas (CCX).



La tercera cosa que debió tener asimismo por obvia --como lo proclamó muchas veces y sobre todo en el diálogo que, como último recurso, tan humano como de buen tino literario, quiso tener con la Fama-- fue que había escrito no por pasatiempo sino para que su dicho tuviera perenne validez. Al terminar el diálogo:



Más me prometió la buena Fama que por su parte lo pondrá con voz muy clara a do quiera que se hallare. Y demás de lo que ella declara, que mi historia, si se imprime, cuando la vean e oigan, la darán fe verdadera, y oscurecerá las lisonjas de los pasados (CCX).



En resumen, que por encima de todas las vicisitudes, ausencias de reconocimiento y envidias, su intención ha sido componer una relación como ésta que siempre ha de haber memoria de ella (A-I).

A la luz de este entretejerse de intereses, como suele ocurrir en la vida, Bernal conquistador y encomendero, pasó a ser también soldado cronista. Su crónica --en contrapunto y enfilando a veces su lanza a Gómara-- fue todo esto y probablemente mucho más. La respuesta a la pregunta de por qué escribió es bastante más compleja de lo que podría pensarse. Y a la vez, para quien capte --hasta donde es posible-- lo que fue la persona de Bernal, la respuesta brotará sin más de la comprensión de su vida misma y sus afanes.